Por: Alberto Fernández
A lo largo de todo este tiempo más o menos unas dos décadas se ha perdido el norte respecto al concepto de liderazgo político y hago referencia a este tema en la medida de la realidad que hoy por hoy nos ocupa.
En otroras épocas el liderazgo tenía una connotación especial dado el perfil de quienes ostentaban tal distinción. Uno de los aspectos a relucir era la responsabilidad, el compromiso y la lealtad en la misión encomendada donde la palabra surtía el elemento fundamental para el logro de los objetivos propuestos.
Muchos podrían llegar a pensar que el liderazgo político se ha prostituido al mejor postor y que su esencia como tal ya no existe, por ello la sociedad navega sin rumbo fijo a la deriva de los apostadores oportunistas, los únicos responsables de toda esta debacle.
Sin embargo, resulta contradictorio e inaceptable que justos paguen por pecadores, lo que nos lleva a replantear el camino a seguir y retomar las sendas por donde deben dirigirse estrategias que propendan en la búsqueda y reorientación de lo que realmente debe significar el verdadero liderazgo.
Para nadie es un secreto que los directamente responsables de que se haya perdido credibilidad en los líderes y lideresas, es esa clase politiquera que todo lo corrompe y destruye; arrastrando a su paso con estas malas prácticas políticas a toda una generación de hombres y mujeres con verdadera vocación de servicio.
Es justo y necesario que estos mercaderes políticos reflexionen sobre su accionar dado que no solo desdibujan la labor de los verdaderos líderes y lideresas sino que también ellos mismos son víctimas de su propio invento siendo que al son que tocan también les bailan. La política es el arte de servir a los demás más no de servirse a si mismos.
Volvamos una mirada al verdadero liderazgo para que una vez más nuestros líderes y lideresas vuelvan a ser protagonistas de las grandes transformaciones sociales.