Mi memoria a veces es frágil, pero en ella viven siempre los mejores recuerdos, en ella siempre Dios primeramente. En mi memoria mis mejores amigos también. Viaje de Bogotá a Bucaramanga este 16 de octubre, día del anestesiólogo a visitar a mi gran amigo Ciro Alfonso Rodríguez, médico anestesiólogo.
Logré recordar la primera vez que fui a la Ciudad Bonita. La primera vez que descubrí que la necesidad hace al hombre. Había cumplido mi primer año de anestesiología en la ciudad de Barranquilla, después de haber dejado mi cargo como concejal del municipio de Ciénaga Magdalena para dedicarme a mis estudios de especialización. “Debemos aprender a determinar nuestra ruta según las estrellas, no siguiendo las luces de cualquier nave que pase”.
Ese momento que vi a lo lejos en Cañaveral, Florida Blanca, las torres inmensas del Centro Médico Carlos Ardila lulle y de la Clínica Foscal, una gran obra de los Bumangueses que goza de la creatividad del Doctor Virgilio Galvis y de su gran equipo de trabajo desde sus inicios. Ese momento de mi vida, lo comparo con un manantial de ilusiones y de luchas insaciables para derrotar el temor a la pobreza y a la falta de educación.
Venía de Ciénaga Magdalena con el deseo profundo de cumplir un sueño, dejando atrás un nudo de soledad, un viento marino triste, una realidad cruda que no se ve en el papel, un sentido de libertad casi prohibida y devastadora, un pueblo sometido a la derecha, a la izquierda, a la delincuencia común, al atraco y a la corrupción. Pero también un pueblo de mujeres hermosas, de jóvenes con un futuro prometedor, de gente inteligente que puede ser la utopía contraria donde pueda reinar el amor y la felicidad como en sus anteaños.
Hablar del centro médico es hablar de una Fundación que ha dado todo en la ciudad de Bucaramanga en el sector salud, es hablar del Doctor Juan Carlos Mantilla su director científico. Ha pasado el tiempo y no parece, lo recuerdo como ayer. Han transcurrido 17 años y se mantiene intacto en su profesión y sus obras sobre el bienestar de esta hermosa población.
El doctor Rafael González Niño, cardiólogo hemodinamista, es mi compadre querido, padrino de mis hijos. A él le guardo mi mayor respeto, es además el segundo papá de mis hijos, fue quien me presentó en la Clínica Carlos Ardila lulle ante el coordinador de UCI el Doctor Henry Castillo, cardiólogo de profesión y alto rendimiento académico. El doctor Rafael González tiene una historia aparte no solo por ser mi compadre sino porque me llevó a Bucaramanga y luego me llevó a la ciudad de Bogotá y me enseñó cómo forjar mi propia historia.
Recuerdo la primera entrevista ante el Doctor Henry Castillo, fue en el sexto piso, de la CAL, era como estar ante un enorme jardín de ensueños, de árboles frondosos de frutos para la humanidad. El doctor Castillo miraba mi apariencia entre medio de sus gafas, pero se fijaba más en mis palabras. Me preguntó “qué lo trae a la fundación” y le respondí: doctor el deseo de capacitarme y estar cerca a mi familia. El discurso mío era que mi familia vivía en Bucaramanga y deseaba estar lo más cerca posible al conocimiento, pero también a mi familia. Le dije, doctor lo felicito qué gran centro médico tienen; volvió a tomar café y después de un suspiro me dijo doctor “la humanidad no progresa en vano”. ¿De dónde viene?, me preguntó…. Le dije: vengo de la tierra de la guitarra de Guillermo de Jesús Buitrago, de la región de los mejores compositores como el maestro Escalona y de los mejores acordeoneros…. “Qué bueno, y se regresa?” Le dije: sí señor, después de haber conquistado mis sueños, haber madurado mis ideas, conocer nuevas culturas. Después dijo ¿si le va bien a qué regresa?…. LE DIJE, POR UN ACTO DE CARIÑO, POR AMOR PROPIO QUE ME LO RECLAMA SIN TREGUA ALGUNA LA TIERRA QUE ME VIO NACER.
Mi segunda entrevista fue con el Doctor Álvaro Torres subdirector científico para la época, egresado de la universidad que me permitió ser anestesiólogo, la Universidad Metropolitana de Barranquilla, esa época es conforme a mis necesidades la de oro para mí y para mi familia. El doctor Torres de una atención concentrada y tenaz en su primera entrevista me dijo, haré todo lo posible para su ingreso pero esto lo define el Doctor Juan Carlos Mantilla que es el director científico. Le doy un consejo háblele de la necesidad que tiene de estar al lado de su familia. Para él lo más importante es la familia como parte de la sociedad.
Recordé de una manera grata y placentera al lado de mi gran amigo, doctor Ciro Rodríguez, ese momento de oportunidad al entrar como residente y luego continuar como trabajador en la clínica, sin distintivo social ni político. Es una ilusión mía que costó mucho sacrificio, estaba en la esquina acompañado de mi hijo mayor Daniel Eduardo Hernández, le dije hijo, mi mayor deseo ha sido siempre estar en un buen centro médico, “así sea de mensajero entro a esta clínica”. Me detuve a pensar mientras salía a comprar una corbata, y unos zapatos nuevos. La desesperación de estar por fuera enfrentaba mi ansiedad de querer estar dentro y dejar bien el nombre de la Universidad Metropolitana de Barranquilla, y también a mi pueblo que me vio nacer.
En la ciudad bonita tengo buenos amigos, esa es la tierra del doctor Ciro Rodríguez, el anestesiólogo e intensivista de quien recibo una gran amistad y de quien aún recibo las mejores enseñanzas en medio de la distancia. El doctor Rodríguez es de una caballera blanca como hilos de plata, ojos azules, frente amplia, color blanco y mediana estatura. Sus años no le pasan. Siempre se mantiene joven, de un carácter fuerte, esclavo de sus propias normas, su presencia desborda respeto, en salas de cirugía impone un halito también de confianza.
La ciudad de Bucaramanga fue mi mejor historia de vida profesional, mi mayor consagración en anestesia y cuidado crítico. Escribo esta palabra como símbolo de una buena amistad por todos mis amigos de manera especial al doctor Ciro Rodríguez en la ciudad bonita. Los amigos anestesiólogos y de la unidad de cuidados intensivos. La doctora Marelbis Sanabria, medico anestesióloga intensivista, con sus demostraciones prácticas de su vasto conocimiento. A veces nos sentábamos a conversar de los minúsculos problemas de la vida cotidiana, de esa realidad metálica, compartida casi parecida, pero terminábamos riéndonos de nuestras mismas historias.
Mis amigos me enseñaron disciplina, trabajo en equipo, liderazgo, perseverancia para alcanzar mis objetivos y mis metas además. Todos con un gran sentido ético y moral.
Logré ver el crecimiento de cañaveral que está en florida blanca, observe la dedicación por el progreso de una ciudad que brinda mucha oportunidad laboral. Pero también una conformación social hacia el progreso y el bienestar de la población.
Hago un símil, comparación o parangón del progreso en los ideales de personas buenas en referencia a una realidad que no es de papel, una realidad de sentimientos unidos al cambio y al bienestar de la población.
EDILBERTO “EL MONO” HERNANDEZ