Por: Alan Gutiérrez Gutiérrez
Violentar a un asaltante luego de ser capturado por estar cometiendo un hurto no es un genuino ejercicio de justicia, pues también se constituye en un quebranto a la ley. Someterlo a condiciones infrahumanas en un centro penitenciario tampoco es justicia, ya que hasta al más temido de los asesinos se le debe garantizar el principio de dignidad humana, hoy desconocido por la mayoría de cárceles existentes en el mundo.
Por ejemplo, Colombia es una escuela de tortura al tener un hacinamiento carcelario global del 53,7%. Y peor aún, tal hacinamiento en algunas cárceles como la de Riohacha llega a un 400%. Toda una masiva vulneración a los derechos humanos.
Por otro lado, así como se puede entender y explicar cómo la ciudadanía canaliza de mala forma su indignación frente a un hecho de delincuencia común (más allá que termine en tragedia o no), también nos deberíamos preguntar por qué asumimos un rol pasivo frente a los ladrones de cuello blanco. Los ladrones de cuello blanco son los más peligrosos por el simple hecho de que transgreden la ley desde la misma legalidad y a su vez atentan contra un sin número de personas de manera simultánea.
A diferencia del delincuente común, el ladrón de cuello blanco no nació ni creció en condiciones socioeconómicas y culturales marginales. Tampoco es un sometido de la sociedad de mercado sino todo lo contrario: es un aliado del sistema. ¿Y qué es el sistema? La corrupción generalizada, el despotismo, la justicia parcializada, la monopolización, la exclusión total, etcétera.
El ladrón de cuello blanco (pensemos en un político) es el responsable de que, por ejemplo, se desvíen los recursos para la salud. ¿Y ello en qué se traduce? En menor inversión a la infraestructura hospitalaria, en menos oportunidades para el fortalecimiento de la salud pública y en definitiva en el desmejoramiento de un servicio esencial. Si tal servicio se presta en malas condiciones, ¿coloca o no coloca en riesgo la vida de las personas y por consiguiente afecta al bienestar general? Expuesto esto, ¿alguno de ustedes ha considerado si quiera tirarle un tomate podrido a aquellos políticos que por atentar contra el interés público fueron condenados por corrupción?
Los medios masivos de comunicación juegan un papel importante a la hora de crear los miedos y peligros a los que debe huirles la sociedad. Estando al servicio del gran capital y del establecimiento, tales medios de comunicación incentivan a la impunidad de hechos criminales perpetrados desde las más altas esferas del Estado, desviando la atención hacia sucesos comunes que si bien infringen la ley, no son en proporción real la más grande amenaza que enfrentan las sociedades actuales. Palabras más, palabras menos, el ejercicio despótico del poder también funciona para reseñar a las personas como «buenas» o «malas».
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